La adopción de tecnologías inmersivas exige gestionar los riesgos desde el inicio
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Por: Paulo Conforme Gutiérrez; MBA, MTR-Líder en Gestión de Riesgos y Compliance, catedrático, consultor, articulista y conferencista
La incorporación de tecnologías inmersivas como la realidad aumentada, la realidad virtual o el metaverso marca un nuevo capítulo en los procesos de transformación digital. Estas herramientas abren posibilidades para rediseñar la experiencia del cliente, optimizar la capacitación, impulsar entornos colaborativos y explorar nuevos modelos de interacción. Pero junto a sus beneficios aparecen también retos concretos en términos de privacidad, seguridad y gobernanza.
Los riesgos asociados a estas tecnologías no deben ser abordados al final del proyecto, cuando los diseños ya están definidos o las soluciones en plena implementación. La manera en que se gestionen desde el inicio será determinante no solo para su éxito, sino también para evitar costos ocultos, retrasos operativos, sanciones regulatorias o impactos reputacionales. Por ello, aplicar un Enfoque Basado en Riesgos (EBR) desde la fase inicial, cuando se definen los casos de uso, se desarrolla el prototipo y se diseña el producto mínimo viable (MVP), permite integrar la gestión de riesgos de forma transversal, acompañando todo el ciclo de innovación y despliegue.
En estas primeras etapas se fijan los objetivos de negocio, el alcance de los proyectos y las prioridades estratégicas, lo que facilita detectar de manera temprana posibles brechas normativas en privacidad, protección de datos, accesibilidad u otros marcos regulatorios. Al mismo tiempo, es posible identificar los riesgos técnicos vinculados al uso de sensores, dispositivos, plataformas colaborativas o sistemas de visualización inmersiva. Evaluar estos aspectos con anticipación permite, además, ajustar la adopción tecnológica al nivel de madurez digital y a la cultura organizacional de cada empresa.
Gestionar estos riesgos requiere una mirada prospectiva, que anticipe posibles escenarios futuros. Aplazar los análisis para fases posteriores eleva la probabilidad de enfrentar sobrecostos, atrasos en los cronogramas o sanciones regulatorias. Además, es indispensable equilibrar la innovación con una gestión de riesgos pragmática, siguiendo el principio de ver la gestión de forma bi-direccional, es decir la gestión del riesgo desde el negocio, y no únicamente al negocio desde la gestión de riesgos. Esta perspectiva ayuda a establecer desde el inicio el nivel de apetito al riesgo y los umbrales de tolerancia legal, técnica y reputacional, ofreciendo criterios claros para tomar decisiones durante todo el proyecto.
Metodologías ágiles bien estructuradas permiten incorporar estos controles en cada iteración de desarrollo. Los pilotos controlados, las pruebas de concepto limitadas y los entornos sandbox brindan un espacio seguro para experimentar, validar integraciones, evaluar desempeño técnico y ajustar los esquemas de seguridad antes de avanzar a una implementación a gran escala.
Para una adopción segura de estas tecnologías, la gobernanza debe estar articulada desde la estrategia hasta la operación diaria. Es fundamental conformar comités multidisciplinarios que integren a líderes de tecnología (IT), gestión de riesgos (CRO), seguridad de la información (CISO), finanzas (CFO), dirección de tecnología (CIO), asesoría legal y representantes del negocio. Definir claramente los roles y responsabilidades de cada participante permite asignar funciones precisas mediante modelos como RACI (Responsible, Accountable, Consulted, Informed). Una comunicación continua, apoyada en reuniones periódicas, informes ejecutivos y tableros de control, facilitará el seguimiento permanente de los hitos, los riesgos identificados y las medidas correctivas aplicadas.
La preparación de los usuarios finales también forma parte de esta arquitectura de riesgos. Programas de capacitación deben instruir en buenas prácticas de uso seguro y en los protocolos de reporte de incidentes, contemplando amenazas propias de los entornos virtuales, como el phishing en plataformas inmersivas.
Desde el punto de vista contractual, es aconsejable incluir cláusulas específicas en los acuerdos con proveedores de tecnología inmersiva, definiendo niveles de servicio (SLAs), obligaciones de seguridad, protección de datos y responsabilidades compartidas. Estos contratos deben complementarse con acuerdos internos (OLAs) que comprometan a las distintas áreas dentro de la organización.
En este modelo, el rol del Risk Coach resulta importante. Su función es integrar la visión estratégica con la gestión de riesgos y el trabajo operativo de los distintos equipos, facilitando un proceso de adopción sólido, ordenado y alineado a los objetivos de negocio.
Uno de los aspectos distintivos de las tecnologías inmersivas es el volumen y la sensibilidad de los datos que manejan. Información biométrica, patrones de comportamiento, geolocalización o registros audiovisuales son parte habitual de los flujos de datos en estos entornos. Por tanto, las evaluaciones de impacto deben realizarse desde el inicio para identificar los riesgos asociados.
Entre los análisis más relevantes figuran la evaluación de impacto en privacidad (que examina el manejo de datos sensibles), la evaluación de impacto de seguridad (que identifica vulnerabilidades tecnológicas y amenazas como malware, intercepciones o ataques de denegación de servicio), el análisis de impacto operativo (que anticipa los cambios en procesos, la capacitación requerida y las posibles interrupciones de servicio), y el análisis de impacto en aplicaciones (que verifica la capacidad de las plataformas existentes para soportar estas soluciones).
Finalmente, la revisión de cumplimiento normativo permite revisar el marco legal aplicable, tanto local —como la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales (LOPDP) en Ecuador—, como internacional, incluyendo el GDPR europeo y marcos de referencia como ISO/IEC 27001 o NIST.
Integrar estas evaluaciones permite construir una visión completa de los riesgos, optimizar los recursos y definir un plan de mitigación sólido antes de escalar las soluciones inmersivas.
Mejores prácticas desde una visión técnica
- Incorporar controles (autenticación, cifrado, aislamiento de redes) desde la concepción de la solución.
- Privacidad desde el inicio al minimizar la captura de datos, anonimizar información y establecer plazos de retención.
- Gestión de identidades y accesos basado en roles (RBAC), autenticación multifactor y monitorización de sesiones.
- Monitoreo continuo: desplegar soluciones de detección y respuesta (EDR/XDR) en dispositivos inmersivos y plataformas de back-end.
- Plan de Respuesta a incidentes: procedimientos documentados para fallos de seguridad, pérdida de datos o mal funcionamientos de hardware.
- Capacitación y concienciación: entrenamientos regulares para usuarios y administradores sobre amenazas específicas (ej: spoofing de entornos) y el Risk Coaching como modelo de gestión y adopción.