Ciberseguridad gestionada: una solución estratégica para proteger los activos digitales.
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Por Pentasec Cibersecurity
El incremento de los ciberataques está llevando a las organizaciones a reforzar sus medidas de protección sobre activos críticos. En Ecuador, el ransomware se ha mantenido durante tres años como una de las amenazas más recurrentes, alcanzando un 42%, según el estudio Estado Actual de la Ciberseguridad. En este contexto, una estrategia que gana terreno es la contratación de servicios de ciberseguridad gestionada.
Este modelo consiste en la provisión continua de servicios especializados de protección digital, gestionados por un proveedor externo que asume funciones técnicas y operativas como el monitoreo de amenazas, la remediación de incidentes y el cumplimiento normativo, bajo acuerdos de nivel de servicio (SLA).
Cada vez más empresas recurren a este enfoque para delegar actividades que demandan alta especialización, entre ellas la gestión de vulnerabilidades, el fortalecimiento de plataformas críticas, la administración de herramientas de ciberseguridad, el seguimiento del cumplimiento de normativas, y la generación de reportes para auditoría. Esta tendencia responde a la escasez de talento especializado y a la presión por atender regulaciones más exigentes.
Sin embargo, no todas las organizaciones están en condiciones de adoptar este modelo. Aquellas que no cuentan con procesos definidos ni con capacidades mínimas de supervisión podrían enfrentar más obstáculos que beneficios. Para que el servicio funcione adecuadamente, se requiere un nivel básico de madurez organizacional que permita establecer objetivos, medir desempeño y tomar decisiones basadas en datos. En entornos completamente reactivos, sin personal designado a la seguridad o sin cultura organizacional orientada a la protección de la información, la adopción puede resultar limitada.
Algunas señales pueden indicar cuándo una organización debería considerar externalizar sus funciones de ciberseguridad. Entre las más frecuentes están: la lentitud para responder a vulnerabilidades, hallazgos reiterados en auditorías internas o externas, alta rotación de personal técnico y ausencia de reportes periódicos que permitan evaluar el estado real de la seguridad. También son indicios los incumplimientos regulatorios, la sobrecarga operativa del equipo y la falta de conocimiento especializado sobre las herramientas utilizadas.
Frente a este conjunto de condiciones, delegar parte o toda la gestión de ciberseguridad puede estabilizar y fortalecer la operación. En Ecuador, los sectores que más han optado por este modelo son finanzas, salud, educación, telecomunicaciones y cooperativas, debido a regulaciones estrictas, presupuestos limitados para talento especializado y la necesidad urgente de proteger datos sensibles y operaciones digitales críticas.
Incluso instituciones de menor tamaño están adoptando este modelo para alcanzar sus objetivos sin sobredimensionar su estructura interna.

Todo apunta a que esta modalidad será cada vez más común, especialmente en países con escasez de talento técnico. Su capacidad de escalar servicios de protección sin costos excesivos la convierte en una opción no solo técnica, sino también financieramente viable. Su sostenibilidad depende de tres elementos clave: supervisión interna, acuerdos de servicio bien definidos y reportabilidad periódica.
Además de optimizar recursos, la ciberseguridad gestionada libera al equipo interno de tareas operativas repetitivas, permitiéndole enfocarse en planificación, análisis, mejora continua y aportar valor estratégico al negocio. Las decisiones críticas —como la gestión de riesgos o la definición de políticas— siguen siendo responsabilidad de la organización.
Las empresas que logran establecer mecanismos de control eficaces y adaptan los servicios a sus necesidades tienden a construir relaciones sostenibles con sus proveedores. La clave está en que el servicio evolucione al ritmo del negocio y sus riesgos.
Desde el punto de vista financiero, este modelo suele mostrar resultados positivos al analizar indicadores como el Costo Total de Propiedad (TCO) y el Retorno de la Inversión (ROI). Adoptarlo puede representar una decisión estratégica para reforzar la protección digital sin comprometer agilidad ni control.