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El motor de Ondú Cloud: su gente

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Talento, compromiso y estrategia que juega a ganar infinitamente.

En la Fórmula 1, nada se gana solo. La gloria que parece pertenecer al piloto es, en realidad, el fruto de un engranaje invisible: ingenieros que calculan al milímetro, estrategas que anticipan y mecánicos que ajustan con precisión. La victoria no es de uno: es de todos.

Así funciona Ondú Cloud. Y así late su motor: Su gente.

Han pasado 23 años desde que Oscar Suárez decidió encender esta máquina. Un sueño heredado —su padre y su abuelo comerciantes— le enseñaron que la independencia no se pide, se crea. En 2002,  Ondú arrancó una empresa inicialmente dedicada al ecosistema Apple. El nombre viene de undo, un anglicismo tomado del comando de teclado ‘deshacer’. Una palabra que sintetizaba un credo: resolver siempre. Incluso la tilde en la “u” evocaba la hoja de la manzana que inspiró -tal y como a Newton- sus primeros pasos.

La pista cambió con el tiempo, en forma y en desafío. Ondú expandió su portafolio de servicios a plataformas Windows, Linux, infraestructura, redes y seguridad. Llegó incluso a ser el tercer distribuidor Apple más grande del país. Hasta que apareció la curva más cerrada hasta el momento: la crisis 2015–2016. Como en toda carrera, había dos opciones: frenar y retirarse, o tomar el riesgo, apretar las manos en el volante y acelerar. Eligieron lo segundo. Apostaron por volver a su core, los servicios, especializándose en nube y la ciberseguridad. Esa experiencia fue, como lo define Suárez, “la maestría más valiosa que pude tomar”.

De aquella curva salió la versión 6.0 de Ondú Cloud: más de 100 colaboradores, cinco datacenters Tier III, un portafolio robusto que va de servicios de Disaster Recovery as a Service , multicloud, ciberresiliencia, outsourcing de servicios IT e inteligencia artificial. En plena pandemia, diseñaron el primer CSIRT del país con automatizaciones nativas para detección y contención de amenazas, alcanzando tiempos promedios de minutos en todo el ciclo de protección. Como un monoplaza afinado hasta el último detalle, cada innovación es prueba de que no corren improvisando: corren porque saben exactamente hacia dónde van.

Pero lo que distingue a Ondú Cloud no está solo en sus fierros y aparatajes digitales. Está en su cultura. En un equipo que asume la consigna de jugar para ganar, incluso contra rivales y escuderías gigantes. Esa convicción de que cada esfuerzo cuenta y, sobre todo, con ese optimismo inquebrantable de que todo problema tiene solución.

Simon Sinek define como el juego infinito a una competencia que no se gana en una vuelta, sino en la capacidad de mantenerse en pista, adaptarse y seguir corriendo cuando otros se detienen. Ondú Cloud lo vive así. Y es que la anécdota lo confirma: durante la pandemia, un cliente sufrió un ciberataque masivo. Restablecieron el core de la operación en menos de 24 horas y, en 72, los sistemas complementarios. Fue la prueba definitiva: esta carrera no es solo de velocidad, sino de resistencia.

El liderazgo de Suárez no se mide en manuales, sino en cuatro pilares vivos: perseverancia y disciplina, confianza y colaboración, vocación de servicio y pasión. Pero más allá de la teoría, hay una imagen que resume todo: en la pista, el corredor levanta la copa, pero la verdadera victoria pertenece al equipo que no sale en cámara. Así funciona Ondu Cloud: como un motor humano que da velocidad, precisión y rumbo. Por eso la innovación no es un área, es un reflejo de la cultura. Por eso la formación no es un requisito, sino una forma de crecer juntos. Y por eso la confianza de sus clientes es mucho más que un contrato: es el combustible que los mantiene en movimiento, ágiles, creativos y resilientes.

El futuro, como toda pista, tiene rectas y curvas. El paso de Capex a Opex, de licencias perpetuas a modelos flexibles de suscripción, abre nuevas líneas de carrera. Y la meta próxima es clara: la internacionalización. Llevar servicios fuera del país, consolidarse como referente regional, generar impacto en Latinoamérica y por qué no, en el mundo.

“Creí que mi sueño más loco era levantar una empresa”, dice Suárez. “Hoy pienso en el crecimiento como un juego infinito que no se detiene”. Y es ese, quizá, el mayor aprendizaje: que no se trata de vencer a un rival ni de cruzar una meta definitiva, sino de permanecer en la pista, reinventarse en cada vuelta y mantener el motor encendido cuando otros buscan el podio. La victoria no es un trofeo: es la posibilidad de seguir compitiendo juntos, hacia lo que viene. Este equipo no juega solo para ganar. Juega para seguir en la pista, para correr la siguiente vuelta y para recordarnos que, en tecnología como en la vida, el verdadero motor es —y seguirá siendo siempre— su gente.

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