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De la ciberseguridad a la ciberresilencia en el Sector Financiero Popular y Solidario.

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Por Karina Terán Valenzuela, Consultora en ciberseguridad  

La ciberseguridad ya no se trata de aplicar un enfoque defensivo con las herramientas adecuadas como firewalls, antivirus, sistemas de prevención para mantener a raya a los atacantes. Vivimos otra realidad, los ataques ya no son una posibilidad lejana, son una certeza. La ciberresiliencia es la respuesta a este cambio de paradigma: no solo impedir que entren, sino estar listos para cuando lo hagan. Y eso significa aprender a levantarse rápidamente. 

Para el Sector Financiero Popular y Solidario, SFPS, al igual que para cualquier empresas o industria, es necesario ir más allá de lo estrictamente básico. Las amenazas evolucionan, y estas organizaciones deben evolucionar con ellas. Para ello, es necesario reforzar su gobernanza de riesgos, elevar la conciencia de ciberseguridad entre sus miembros y adoptar tecnologías más robustas. No es solo para prevenir un ataque, sino para asegurar la continuidad de sus servicios y mantener la confianza de sus clientes. 

Las cooperativas manejan datos financieros y personales delicados, lo que las convierte en objetivos atractivos. Un ciberataque, por pequeño que sea, puede desatar el caos. Una interrupción puede erosionar la confianza de los socios y poner en peligro el negocio. Aquí es donde entra en juego la ciberresiliencia. No se trata únicamente de construir mejores defensas, sino de garantizar que, cuando esas defensas se rompan, la organización pueda responder con rapidez y efectividad. Al adoptar la ciberresiliencia se afianza la sostenibilidad y estabilidad operativa, la protección de datos, el cumplimiento de normativas, y mitigando los efectos financieros y reputacionales de un ciberataque. 

Para que esto funcione, se necesita algo más que buenas intenciones. Requiere una estrategia sólida de ciberresiliencia. Planes de respuesta que limiten la disrupción y el impacto de un ataque. Políticas claras que establezcan quién hace qué en el caso de que suceda un evento. Programas de capacitación que preparen al personal para detectar y reaccionar a las amenazas. Y, lo más importante, planes de contingencia que garanticen la continuidad del negocio incluso en medio de una tormenta digital. La ciberresiliencia no es una garantía de que no habrá ataques, sino un seguro de que, cuando ocurran, la organización no solo sobrevivirá, sino que se levantará, protegiendo su reputación y sus activos críticos. 

Para desarrollar una estrategia integral de ciberresiliencia, es necesario un enfoque que abarque cuatro pilares fundamentales: prevención, detección, respuesta y recuperación. En el ámbito de la prevención, la clave está en construir un entorno digital resistente. Esto comienza con la implementación de políticas de ciberseguridad sólidas y controles de acceso estrictos. Sin embargo, la tecnología por sí sola no es suficiente. La formación continua del personal es igualmente crítica. Cada empleado debe ser una línea de defensa, consciente de los riesgos y capacitado para actuar ante posibles amenazas. Reducir los riesgos internos es, en muchos casos, tan vital como protegerse contra las amenazas externas. 

La detección es el siguiente pilar y, en este frente, la rapidez lo es todo. Los sistemas de monitoreo avanzados deben estar en constante alerta, buscando señales de actividad sospechosa. En el caso de las cooperativas, la recomendación es clara: deben tener planes de acción definidos que no solo aborden la contención de la amenaza, sino también la comunicación transparente con los miembros.  

El pilar final, la recuperación, es el que muchas veces se pasa por alto hasta que es demasiado tarde. No se trata solo de tener copias de seguridad; se trata de tener copias de seguridad seguras y de saber exactamente cómo restaurarlas en el menor tiempo posible. Los planes de recuperación deben ser detallados, enfocados en asegurar la continuidad operativa y minimizar el impacto en los servicios.  

Para que las cooperativas adopten la ciberresiliencia pueden tomar como referencia guías de apoyo como los estándares y buenas prácticas reconocidas a nivel global. Uno de los más importantes es el ISO/IEC 27001, que ofrece un marco para establecer, implementar y mantener un Sistema de Gestión de Seguridad de la Información (SGSI). Este estándar se basa en la evaluación y el control de riesgos, permitiendo a las organizaciones identificar y abordar vulnerabilidades de manera sistemática. Al implementar ISO/IEC 27001, las cooperativas pueden fortalecer su infraestructura de seguridad y establecer procesos claros para proteger sus activos más críticos. 

Otro marco de referencia clave es el del NIST (National Institute of Standards and Technology). Este proporciona un enfoque estructurado que abarca todas las fases de la ciberresiliencia: prevención, detección, respuesta y recuperación. El marco del NIST es especialmente valioso para las cooperativas, ya que les permite desarrollar una estrategia completa que aborda no solo la protección de la información, sino también cómo actuar eficazmente en caso de un ciberincidente. 

Además de estos marcos, existen otras buenas prácticas que las cooperativas deben considerar. Realizar auditorías regulares es esencial para identificar posibles brechas de seguridad y corregirlas antes de que sean explotadas. La implementación de la autenticación multifactor añade una capa adicional de protección, dificultando el acceso no autorizado a los sistemas.  

Desde mi perspectiva, las cooperativas están integrando la ciberresiliencia en su cultura organizacional, principalmente a través de la formación continua de sus colaboradores y están trabajando en cultivar una mentalidad en la que cada miembro de la organización entienda y asuma la responsabilidad compartida en temas como, por ejemplo, la protección de datos.  

La ciberresiliencia no solo debe ser vista como un componente más de la estrategia de seguridad, no basta con tener las mejores herramientas o procesos; es necesario contar con una cultura resiliente que fortalezca la capacidad de respuesta ante incidentes. 

 

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