La gestión estratégica de IT en las finanzas inteligentes

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Por: Mario Téllez, Vicepresidente de Tecnología de Produbanco

Las finanzas inteligentes en el sector financiero son un conjunto de servicios potenciados por motores de inteligencia artificial que cumplen un rol predictivo y de acompañamiento. Estas capacidades, sustentadas en tecnologías como machine learning, deep learning o inteligencia artificial generativa, se ponen al servicio del cliente mediante robots, agentes y otras herramientas capaces de analizar datos y anticipar necesidades. Su aplicación abre la posibilidad de ofrecer recomendaciones personalizadas en función del comportamiento, la ubicación o las circunstancias específicas de cada usuario. De esta manera, la relación entre instituciones financieras y clientes se redefine hacia experiencias más precisas y adaptadas.

Las tecnologías emergentes constituyen un pilar en la construcción de modelos de finanzas inteligentes. El punto de partida está en el big data, ya que la información es la base de todo y se requiere la capacidad para estructurarla y explotarla de manera adecuada. A ello se suman herramientas como blockchain, que aportan trazabilidad y confianza en los procesos, y los dispositivos IoT, que facilitan la recolección de datos en tiempo real y permiten ubicar tanto a clientes como a empresas. Esta información, procesada y enriquecida, se convierte en la materia prima que alimenta a los motores de inteligencia artificial. Estos, a su vez, analizan datos históricos y actuales para ofrecer recomendaciones financieras más precisas. La efectividad de las finanzas inteligentes se alcanza precisamente en esta integración tecnológica.

Establecer una jerarquía entre tecnologías como la inteligencia artificial, blockchain, la analítica o la automatización resulta complejo, ya que cada una aporta valor desde su propio ámbito. Lo relevante no es su uso aislado, sino la capacidad de integrarlas para construir un servicio financiero completo. Si solo se aplica inteligencia artificial, el alcance es limitado; lo mismo ocurre con blockchain o big data si no existen los canales adecuados para cerrar el ciclo de servicio. El verdadero potencial se revela cuando estas tecnologías trabajan en conjunto. Un ejemplo es la combinación de blockchain con inteligencia artificial: juntas no solo entregan información al cliente, sino que también lo asesoran en la elección del servicio más adecuado. En ese punto, el concepto de finanzas inteligentes cobra sentido y se traduce en valor tangible para los usuarios.

El papel de las áreas de tecnología en la evolución hacia las finanzas inteligentes es decisivo. Estas gestionan la tecnología en tres frentes principales. El primero es el diseño de la arquitectura y la estructura tecnológica, que deben ser seguras y escalables para habilitar nuevas capacidades. El segundo corresponde a la capacidad operativa, que implica disponer de infraestructura, modelos de gobernanza y mecanismos que aseguren la ejecución y el mantenimiento de las soluciones. El tercero es el control y la gobernanza, donde se establece cómo se gestionan las herramientas, ya sea desde un modelo centralizado —como en el caso de los agentes de inteligencia artificial— o a través de la democratización tecnológica, que permite a los colaboradores optimizar su uso en beneficio del cliente.

La arquitectura tecnológica y la gestión de datos son dos pilares para consolidar las finanzas inteligentes. Una arquitectura bien diseñada hace posible soluciones seguras, confiables, escalables y resilientes, alineadas con la entrega de valor y calidad al cliente. Al mismo tiempo, la gestión de datos se vuelve crítica porque, aunque la información se genera de manera constante, solo adquiere valor cuando está estructurada y cumple con estándares de calidad. Aquí entra en juego el equipo de datos, que debe garantizar que la información sea precisa, relevante y adecuada para ser utilizada en beneficio del cliente.

En la adopción y el escalamiento de estas tecnologías, el rol de IT es decisivo. Les corresponde explicar el funcionamiento de las herramientas y, al mismo tiempo, generar conciencia sobre los riesgos que implican. Esto demanda una doble capacitación: técnica y funcional para asegurar el dominio de las soluciones, y en gestión de riesgos, que incluye seguridad de la información, protección de datos y encriptación de transacciones. A la par, IT debe gobernar el uso de las herramientas, con el criterio de aplicar soluciones de nivel empresarial y evitar plataformas públicas que puedan exponer información sensible fuera del entorno bancario. En conjunto, son estas áreas las que lideran la capacitación, la gobernanza y la concientización necesarias para que las tecnologías se utilicen de manera segura y responsable.

Existen además buenas prácticas que permiten que la arquitectura tecnológica soporte de forma segura y escalable las iniciativas orientadas a las finanzas inteligentes. Una de ellas es contar con capacidades adecuadas y operar en entornos orientados al servicio, apoyándose en proveedores especializados, especialmente en nube pública, dado el alto consumo energético que requiere la inteligencia artificial. Otra práctica indispensable es resguardar y estructurar los datos de manera interna, con esquemas que aseguren su organización y utilidad. También es clave diseñar mecanismos de seguridad robustos, tanto para el procesamiento en la nube como para el almacenamiento en entornos internos. Y, finalmente, resulta esencial comprender a fondo la inteligencia artificial: conocer sus capacidades y riesgos, y aprovecharla de manera eficiente para ofrecer un servicio que combine calidad y responsabilidad hacia el cliente.

Las finanzas inteligentes no dependen solo de la incorporación de nuevas tecnologías, sino de la capacidad de las áreas de IT para gestionarlas de forma estratégica. Son estas áreas las que conectan la arquitectura, los datos, la operación y la seguridad con el propósito de ofrecer servicios financieros personalizados y confiables. La combinación adecuada de innovación tecnológica y liderazgo de IT permite que las instituciones financieras avancen hacia un modelo más ágil, resiliente y centrado en el cliente.