Por Santiago Moscoso, Gerente general de Hackeantes
La velocidad del cambio tecnológico y su adopción en las empresas demandan ajustes organizacionales, operativos y en la gestión del talento. Los líderes de IT en la era digital deben conocer el potencial y el valor de las nuevas tecnologías, y gestionar de forma integral los recursos a su cargo: talento humano, financieros y estratégicos.
Gestionar tecnología no es únicamente mantener sistemas actualizados, sino liderar transformaciones profundas en la manera en que las personas trabajan y se relacionan para generar valor. Esta gestión debe anticipar el futuro y preparar capacidades que serán necesarias, no solo formar en las que hoy son tendencia, como la inteligencia artificial. Cuando las organizaciones se enfocan únicamente en las habilidades del presente, corren el riesgo de no estar listas para lo que viene.
Además, es vital mantener viva la curiosidad y desarrollar agilidad emocional, junto con la capacidad de tomar decisiones alineadas con el propósito de la organización. El liderazgo en IT requiere un perfil híbrido: capaz de equilibrar lo técnico con la gestión humana, dirigir procesos, resolver problemas tecnológicos y, al mismo tiempo, velar por el bienestar de su equipo.
Este reto no es exclusivo de tecnología: todas las áreas deben aprender a combinar la gestión técnica con la emocional. La inteligencia emocional fortalece la comunicación, la colaboración y la confianza. De hecho, algunas organizaciones priorizan estas competencias sobre las técnicas, convencidas de que las habilidades tecnológicas pueden aprenderse, pero la empatía, la escucha activa y la gestión emocional son esenciales para un clima laboral saludable.
En Ecuador, este enfoque aún está en desarrollo, pero será inevitable. La experiencia demuestra que las personas no renuncian a las empresas, sino a sus jefes. Por ello, si las compañías invierten en atraer talento, deben asegurarse de que sus líderes dominen tanto lo técnico como el autocuidado y el cuidado de sus equipos.
La agilidad dejó de ser novedosa, pero sigue vigente. Muchos líderes se forman en metodologías ágiles para mejorar la productividad. Sin embargo, aún falta equilibrar productividad con bienestar emocional, tanto de los equipos como de los propios líderes. Un líder que no se cuida difícilmente podrá cuidar a otros. De ahí la necesidad de fortalecer, junto a las competencias técnicas, las habilidades de bienestar, autocuidado y liderazgo integral.
La gestión del cambio, cuando incorpora un enfoque humano, genera bienestar. Metodologías como Prosci ayudan a comprender el cambio, desearlo y participar activamente en su implementación. Cuidar este aspecto beneficia tanto a las personas como a la organización, reduce la incertidumbre y crea un entorno más colaborativo.
Cuando hablamos de estado de bienestar en una organización, nos referimos a un entorno psicológicamente seguro: un espacio donde las personas pueden expresar emociones, preocupaciones o dudas sin temor a ser juzgadas. Que un colaborador pueda acercarse a su jefe y decir “Esto me preocupa” o “No entiendo cómo me afectará” y que sea escuchado con respeto, es la base de un clima de trabajo sano.
Lo que muchas organizaciones están entendiendo es que el bienestar está estrechamente ligado al liderazgo. Y ese liderazgo empieza por el autocuidado del propio líder. Si el líder no sabe desconectarse, difícilmente permitirá que su equipo lo haga.
Este bienestar no puede depender de iniciativas aisladas: debe formar parte de la cultura empresarial. Una cultura que lo fomente se expandirá de forma natural a todas las áreas. Es también una oportunidad para “hackear” el liderazgo tradicional, incorporar nuevas métricas de éxito, fomentar el diálogo intergeneracional y crear espacios de experimentación emocional segura, incluso en equipos técnicos.
Por ejemplo, es común que a los desarrolladores se les permita trabajar desde casa para asegurar un entorno tranquilo. Aunque esto es positivo, no debe asumirse que el trabajo remoto garantiza bienestar. Mantener la conexión humana es responsabilidad del líder: llamadas periódicas, encuentros presenciales o actividades de cohesión son esenciales para evitar el aislamiento y reforzar el sentido de pertenencia.
En última instancia, el liderazgo en IT en la era digital debe entender que la tecnología y las personas avanzan juntas. Gestionar ambas dimensiones de forma equilibrada es lo que permite que la transformación digital sea eficiente y humana.