Por: José Criollo, Gerente de Tecnología de la Información, Chardon Paris.
La nube se ha integrado de manera progresiva y estratégica en las organizaciones. Su adopción responde a una necesidad de asegurar la disponibilidad de servicios y procesos frente a escenarios de interrupción o incertidumbre operativa. Aprovechar su capacidad técnica y la arquitectura para sostener las distintas actividades del negocio sin depender de la infraestructura física o bajo la convivencia de un entorno híbrido.
En el caso ecuatoriano, la migración hacia entornos cloud se ha acelerado por distintas razones. La urgencia de mantener operaciones remotas durante la pandemia, la presión por optimizar costos y el avance en servicios locales han empujado a muchas organizaciones a considerar la nube como una plataforma de resiliencia. A esto se suma una mayor conciencia sobre los riesgos de seguridad y la exposición a amenazas.
Sin embargo, el desafío no es tecnológico, es organizacional. Persisten enfoques que limitan el uso de la nube a funciones de respaldo o almacenamiento, sin una visión holística del negocio. Cuando no existe una alineación entre TI y las unidades de gestión, se pierde la oportunidad de construir una infraestructura que responda a los objetivos de continuidad, escalabilidad y recuperación.
La nube permite rediseñar procesos críticos con criterios de disponibilidad y redundancia. Desde accesos remotos hasta réplicas geográficas de información, su arquitectura puede sostener la operación en condiciones adversas. Esto requiere planificación, análisis de riesgos y decisiones técnicas bien fundamentadas: qué mover, cómo hacerlo y con qué controles e identificar las cargas que deben mantenerse disponibles bajo cualquier circunstancia.
En esta transición, diseñar entornos capaces de soportar fallos sin afectar la experiencia del usuario implica distribuir servicios, establecer umbrales de tolerancia y automatizar la recuperación. Las configuraciones resilientes no son una promesa del proveedor, sino de tomar las decisiones internas para responder ante una caída, una saturación o un incidente.
Sectores como banca, telecomunicaciones, retail, salud y educación muestran avances. Sus operaciones demandan alta disponibilidad y tiempos mínimos de recuperación. De estas industrias se puede obtener aprendizajes valiosos sobre cómo escalar la estrategia cloud y cómo combinarla con mecanismos de monitoreo, respaldo, capacitación y soporte.
Para las organizaciones que proyectan una transición hacia entornos resilientes en la nube, el punto de partida debe ser lo esencial: identificar los sistemas más críticos. La migración no requiere ser inmediata ni total; avanzar por etapas permite ajustar la arquitectura según las necesidades reales del negocio. Contar con asesoría especializada, capacitar al equipo, seleccionar proveedores con criterio y establecer políticas robustas de respaldo y seguridad son pasos que fortalecen la estrategia. La nube no es solo tecnología: es estrategia, y bien usada, puede ser la mejor defensa ante cualquier interrupción.