Por: José Javier Naranjo, Gerente de IT, Grupo Almar.
Las áreas de tecnología, y en particular quienes lideran la gestión de infraestructura, saben que operar en entornos multinube o híbridos implica afrontar nuevos niveles de complejidad en la administración de recursos, la seguridad y la integración de información. Aunque persiste cierta reticencia en las organizaciones a adoptar estas arquitecturas, su valor es evidente cuando se respaldan con una estrategia sólida basada en el control de costos, la coordinación operativa y un enfoque riguroso en ciberseguridad.
La adopción de modelos multinube o híbridos debe entenderse como una decisión estratégica que apunta a optimizar la infraestructura tecnológica, incrementar la eficiencia operativa y fortalecer la resiliencia. Estos esquemas permiten una arquitectura más flexible y escalable, sin excluir la implementación de soluciones específicas para atender necesidades puntuales. La modernización de plataformas, la mejora en los tiempos de despliegue y la capacidad de adaptación ante cambios del entorno justifican plenamente su incorporación dentro de una visión integral de transformación digital.
En Ecuador, la adopción de estos modelos —especialmente el híbrido— ha ganado tracción como parte de una tendencia global enfocada en maximizar la flexibilidad sin perder el control operativo. Sectores como tecnología, servicios financieros, grandes grupos empresariales y comercio electrónico lideran esta transición, impulsados por la necesidad de escalar rápidamente, reducir costos, garantizar la seguridad y mantener la continuidad del negocio.
Sin embargo, esta evolución trae consigo una complejidad operativa que debe ser abordada con disciplina. La falta de políticas claras, procesos definidos y mecanismos de coordinación entre los equipos de IT y seguridad puede derivar en ineficiencias, duplicación de esfuerzos y lentitud en la respuesta ante incidentes. Todo ello impacta directamente en la continuidad de las operaciones.
Para evitar este escenario, es esencial establecer una gobernanza robusta de la infraestructura. En entornos distribuidos, ya sean multinube o híbridos, la gobernanza permite mantener el control operativo, asegurar la alineación con los objetivos del negocio y reducir riesgos sistémicos. En su ausencia, las organizaciones enfrentan escenarios de descontrol: aumento de costos, brechas de seguridad por configuraciones inconsistentes, incumplimiento normativo y pérdida de visibilidad sobre su ecosistema tecnológico.
El diseño de una gobernanza eficaz puede apoyarse en marcos de referencia como los Cloud Adoption Frameworks (CAF) ofrecidos por los proveedores de nube pública, complementados con metodologías consolidadas como TOGAF, ITIL, NIST, ISO 27001, FinOps y DevSecOps. Estos modelos permiten estructurar políticas coherentes, automatizar la seguridad, controlar costos y garantizar el cumplimiento normativo en todo el entorno distribuido.
Para mantener la coherencia de las políticas entre distintos proveedores de nube, es fundamental desplegar configuraciones uniformes, implementar un sistema unificado de identidad y acceso, y contar con herramientas tipo SIEM/SOAR que habiliten una respuesta automatizada y orquestada ante incidentes de seguridad, independientemente del entorno donde se originen.
Una gobernanza bien implementada impacta de forma directa en la velocidad y eficacia de la respuesta ante una crisis. La existencia de procesos definidos, visibilidad centralizada, automatización y gestión estructurada de identidades permite a los equipos identificar rápidamente la causa de los incidentes y ejecutar acciones correctivas sin dilaciones. En cambio, la falta de gobernanza fragmenta la operación, ralentiza la respuesta y amplifica las consecuencias de cualquier interrupción.
Desde la perspectiva de gestión de IT, una gobernanza resiliente debe construirse con una visión global que combine control y flexibilidad. Esto exige definir roles y responsabilidades alineados con los objetivos del negocio, incorporar tolerancia a fallos, redundancia y escalabilidad desde el diseño, y automatizar controles de cumplimiento y seguridad para reducir errores y mejorar la capacidad de respuesta.
Por último, crear sinergias y colaboración entre las áreas de tecnología, seguridad y negocio para moldear una cultura de mejora continua. Evaluar los riesgos de forma permanente y medir el desempeño del modelo de gobernanza permite enfrentar los desafíos del entorno tecnológico.