Por: Roberto Calva, Automation GTM & Business Leader Latin America, Red Hat
En un mundo impulsado por la innovación y la colaboración, dos fuerzas poderosas han emergido para dar forma al futuro tecnológico: el código abierto y los videojuegos. Ambos modelos de desarrollo de software son atractivos para las comunidades, ya que están basados en el espíritu colaborativo y en la visión de un mañana más prometedor.
El trascender de las fronteras del software propietario hacia el código abierto marcó un hito en la historia tecnológica. El código abierto no solo democratiza el proceso de desarrollo al permitir que cualquier individuo pueda usar, modificar y redistribuir el software, además de que establece una mentalidad de comunidad en constante mejora. A través de esta filosofía, el código abierto nutre un ecosistema donde los usuarios se convierten en co-creadores, agilizando la búsqueda de soluciones y desencadenando oportunidades inexploradas.
A partir de la década de los 80’s, con la llegada de las primeras computadoras, se dio el inicio de una nueva era de colaboración, que permitía a los usuarios conectarse a otros dispositivos, construyendo una comunidad de mentes afines que trabajan hacia un objetivo común: enriquecer y transformar el mundo digital.
En paralelo, los videojuegos se habían arraigado en la cultura desde la década de los 70’s con el lanzamiento de Magnavox Odyseyy, la primera consola comercial de juegos, sin embargo, fue en la década de los 80’s cuando la industria del entretenimiento interactivo tomaba escenario gracias a juegos icónicos que sentaban las bases para lo que hoy conocemos como los eSports, que conectan lo virtual con lo tangible, transformando lo que una vez fue un simple pasatiempo, en un deporte global que fomenta comunidades y profesionales.
De esta manera entra en juego el código abierto. En un pasado no tan lejano, los juegos estaban atrapados en las limitaciones de las plataformas, restringidos a sistemas específicos. Sin embargo, gracias al código abierto, los videojuegos han cruzado las fronteras de las plataformas, abrazando la era multiplataforma.
Tal es el caso de Steam, RetroArch y MAME (por mencionar algunas), habilitadas para Linux, Windows y Mac, que han desencadenado una revolución al permitir la creación y/o adaptación de videojuegos nuevos o existentes en diversos dispositivos, sin importar su sistema operativo original.
Además, existen plataformas abiertas como lo son Godot, Xenko, OGRE, Torque 3D que son motores para poder crear videojuegos de manera profesional. Inclusive hay quien utiliza Blender, otra plataforma de código abierto para crear assets 3D e incluirlos en sus desarrollos.
De igual manera podemos mencionar videojuegos como lo son Minecraft, Minetest, Doom, Freedoom, Alien Arena, FlightGear, Battle For Wesnoth, Wolfenstein Enemy Territory (por mencionar algunos juegos) que utilizan código abierto para funcionar.
La verdadera magia radica en cómo el código abierto y los videojuegos se entrelazan. Los motores de juego de código abierto no solo aceleran el proceso de desarrollo, sino que también fomentan la colaboración entre las empresas, reduciendo la duplicación de esfuerzos. Esto, a su vez, desencadena una creatividad desbordante, acelerando la creación de nuevos títulos y narrativas únicas.
Más allá de los destellantes gráficos, la evolución de los eSports ha sido extraordinaria, desde las consolas hasta la democratización de los eSports. Los estadios abarrotados de entusiastas y la posibilidad de forjar una carrera en esta industria subrayan su poderoso impacto.
Por lo tanto, la sinergia del código abierto y los videojuegos ofrece oportunidades trascendentales que no sólo fomentan la libre distribución, sino que también inculcan valores de acceso y colaboración. Al compartir el código fuente y facilitar licencias neutrales desde el punto de vista tecnológico, permite tejer la próxima gran historia de colaboración y evolución.